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Innovación, Cambio y Desarrollo en el Mundo Rural Andino


Las familias andinas, como todas las personas rurales, son en esencia innovadoras, esa capacidad de cambio, es la que les ha permitido sobrevivir, adaptarse y desarrollarse en un medio geográfico bastante complejo: montañas escarpadas, pocos terrenos planos, baja presión atmosférica por la altitud sobre el nivel del mar, suelos de poca profundidad, frío intenso y helada; por ende pocas especies domesticas vegetales y animales adaptadas al medio, que les den más opciones de desarrollo. En este contexto las poblaciones no solo sobrevivieron por miles de años, sino que fueron capaces de emprender procesos de desarrollo agrícola, social, y cultural altamente sofisticados.


Sin embargo, los tiempos cambian, las condiciones ambientales hoy más que nunca son cambiantes e impredecibles, los sistemas de organización social rural han cambiado, generando entre otras cosas inequidad en el acceso a recursos a miles de familias, especialmente las nativas; los contextos comerciales, en la era de la globalización, rigen el destino de los países, por ende, de sus poblaciones. La alta resiliencia innata de las poblaciones andinas, así como su capacidad de innovación; hoy no son suficientes para garantizar la satisfacción de las necesidades y aspiraciones de miles de familias rurales andinas, en especial aquellas con menos acceso a recursos y oportunidades. Que por coincidencia histórica son siempre casi las mismas hace décadas incluso siglos: poblaciones nativas (quechuas, aymaras, amazonicas, etc.), con baja escolaridad y limitado acceso al mercado; donde las mujeres casi siempre llevan la parte menos favorecida.


Por ello es imprescindible facilitar procesos de innovación colectiva, altamente contextualizadas y que respondan a las aspiraciones colectivas locales, es necesario mucha creatividad y sobre todo una amplia mirada humilde y horizontal a las experiencias vigentes y pasadas. El desarrollo del mundo rural andino, a pesar de haber sufrido una interesante y positiva diversificación productiva; sigue siendo en esencia agropecuaria; por lo que las innovaciones tienen que tener un fuerte componente agrícola, sin descuidar la agroindustria rural, la organización de los sistemas comerciales, la organización rural, y diferentes actividades alternativas.


Las poblaciones rurales andinas según nuestra experiencia institucional, en contraposición a los paradigmas convencionales que las tildan de pocos accesibles al cambio; se encuentran ávidas de cambio, tienen alta motivación para emprender innovaciones, invierten su tiempo, sus escasos recursos y sobre todo su compromiso. También hemos corroborado que la escolaridad o la no escolaridad; así como el manejo del español, o ser completamente quechua hablantes; no hace diferencias marcadas en la motivación a la innovación, tampoco la edad. Así hemos podido vivenciar experiencias maravillosas de mujeres quechua hablantes sin escolaridad alguna y pasados los 70 años de edad que han emprendido con éxito importantes innovaciones productivas, incluso insertándose al mercado (crianza de cuyes); como que también hay experiencias de adolescentes (mujeres y hombres) casi niños, que paralelo a sus labores estudiantiles se involucran en las actividades productivas de sus padres, realizándolas incluso con mayor perfección que los mayores (elaboración de quesos).


En tiempos de cambio lo que sin duda escasea en el mundo rural es la información técnica contextualizada, que desarrolle capacidades e innovaciones. La asesoría técnica pública y/o privada puesta a disposición de la agricultura familiar, es escasa por no decir nula; de igual manera los servicios de formación y capacitación agropecuaria son escasos y en muchos casos descontextualizados. Los productores agropecuarios se encuentran sin muchas herramientas para adaptarse al cambio, con sus retos y oportunidades; en muchos casos son las casas comercializadoras de insumos agropecuarios, los únicos referentes técnicos locales, con su natural sesgo comercial, no siempre favorable al productor.


El FORMAGRO, contribuye en la reducción de esta brecha de información, formación, producción y comercialización, a través de la formación técnica modular a jóvenes rurales; estas formaciones se realizan en alianza con institutos públicos locales, que cuentan con la especialidad de producción agropecuaria, facilitando la interacción, muchas veces lejana de los centros académicos con los actores reales del campo; innovando además sus procesos, pues los institutos pasan de la acción pasiva de recibir a los jóvenes en el centro de formación, a la acción activa de realizar las formaciones en la propia localidad, en contextos completamente reales; además las formaciones tienen una metodología altamente práctica, participativa y horizontal, inspirada en los preceptos de la educación popular y la facilitación de procesos participativos en busca del cambio y el bien común. Las formaciones tienen una duración de 120 horas en promedio, repartidas en 13 sesiones de formación, mas acompañamientos técnicos personalizados en las parcelas familiares de los jóvenes.


Esta experiencia nos ha mostrado que además de los productores agropecuarios adultos que realizan actividades productivas de manera rutinaria; los jóvenes, incluso muchos que aún se encuentran en los últimos grados de la educación secundaria, tienen mucha expectativa por un modelo de formación diferente que propone alternativas de desarrollo, respetando su cultura y valorizando su medio de vida tradicional. También es alentador el involucramiento de jóvenes mujeres, que otra vez rompiendo los paradigmas tradicionales, que las ubican más cerca de las actividades hogareñas, urbanas o de venta de servicios; tienen un alto interés en el desarrollo de actividades productivas agropecuarias, incluso en muchas consideradas mayormente masculinas (Ejem. ganadería).



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